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miércoles, 6 de junio de 2018

Pues no era ninguna broma

El País de la piel del toro





                                             Madrid 27/4/2013.
  No era una broma.


Esta soledad me invita ojear el álbum de fotografía. Mirando esta foto, me recordó años atrás esta anécdota, ocurrida por los años 1999 al 2001.años de juventud, días 14 al 15 de agosto, celebridad de la fiesta de San Roque

Mi hijo, protagonista de esta alegre historia, de unos cinco o seis años, de aquellos felices días truncados, por una mala tarde, comedia real. Escenario, ambulatorio local rural.

Los tres llegamos tres días  antes del 15 de agosto, los abuelos, nos esperaban con ganas de vernos. Días antes estuvieron otros nietos, jugando con varios gatitos. Unos de ellos era un provocador, no quería más que jugar, hasta cansado se escondía.

Lo encontramos camuflado en la persiana del comedor, mi hijo solo quería cogerlo, pero el gatito  hizo lo posible para librarse de él, con la mala suerte que los finos colmillo se agarraron a  su  jovencita oreja, la madre  bruscamente le retiro el gatito, con la mala suerte que todavía no la  soltó la oreja, le rajo un poquito, que se vio un pequeño reguero de sangre.

Asuntándose más la madre que el hijo, cogió al muchacho lo metió en el coche y nos fuimos tan rápido como pudimos al centro de salud. Los abuelos quiso tranquilizarla, y yo pero ella tenía presente años atrás de su pequeña sobrina, que por el lamido de un gato estuvo bastante enferma.

La fúnebre  cara del niño, nos llamo mucho la atención, horas después descubrimos en tan asustada impresión. El primito tres años más que él le iba diciendo, que seguramente le tenían que cortarle la oreja.

A las ocho de la tarde, llegamos, se bajaron, yo me quede buscando sitio para aparcar, varios minutos después en el Zaguán del ambulatorio. Me encontré a la madre rodeada de los tres sanitarios, con equipos  y maletines de urgencias.

No me salía palabra del acantonamiento que tenia al ver aquella imagen. Me paralizo los pies y llego hasta la cabeza, solo me respondió mi garganta, “Anda Ya” cuando escuche la atónita voz de mi Mujer, diciendo que le hacían encargada del ambulatorio hasta que ellos vinieran.

Los cuatros sanitarios, conductor, enfermera, auxiliar y medico se marchaban a una urgencias a la finca de Palacio. Joder ¡no! Exclame, menudo susto se va a llevar los abuelos cuando la ambulancia pase con la sirena por delante de su puerta.

La casualidad quiso también que el hospital también estuviera en esa dirección. A mí me dio por mirar por todo los sitio, buscando algún tipo de cámara oculta, esto no podía ser real, mi padre me comento el día anterior, que inauguraron meses antes, la televisión local (CB).

Me vino a la memoria parte de la película “ to el Mundo es Bueno” de Manuel summers. Desde que la vi, las televisiones no paraban de hacer cámaras ocultas y bromas. Mientras tanto, explicaban a la madre el funcionamiento de la centralita.

Una voz amplificada, se escuchaba desde la centralita, se escucho en dos ocasiones: ¿Que pasa Venís, o qué? En la última escucha se fueron los cuatro sanitarios, en un momento el médico se dirigió a mi mujer diciendo;  no te compliques si el caso es muy urgente, llamas a la Guardia Civil.

Mi intención era buscar la cámara oculta, le aseguraba a mi esposa que esto no podía estar pasando, esto es fruto de una broma, no ves que somos forasteros, a qué cabeza cabe dejarnos un ambulatorio, con estos  años, llenos de sinvergüenzas.

Seguí con lo mío, imaginando las risotadas, en cada rincón observado. No encontré nada ni por debajo ni por arriba, solo se interrumpió mi búsqueda, un paciente a los quince minutos, con fuerte dolor de cabeza.

Le respondimos lo que ocurrió con los médicos, si han ido a la finca estarán por lo menos en una hora, sin venir, ya vendré luego, y se marcho. Ya deje de hacer el tonto, en buscar la cámara oculta, salí puse el coche en la puerta, con la intención de salir lo más rápido posible al hospital, en caso de una urgencia más grave, si fuera necesario.

Dentro de mí una voz,  rogaba que no hiciera falta, pues dejamos a los abuelos con la mesa puesta, para la cena, a eso de las diez y media, vino otra paciente con un fuerte dolor de muelas, le advertimos lo que pasaba, respondiéndonos que se iría al parque haber si con la música se le pasaría.

Seguro que San Roque le aliviaría el dolor con un lingotazo de alcohol, le respondí: por lo menos a mi edad,  seguro que me daba más resultado, me contesto, se marcho.

Recuerdo decir, como era posible  venir a urgencias con un dolor de cabeza o de muelas, que con un anti inflamatorio  o antibiótico se pasaría el malestar.

Y tú que sabes, si ya sean tomado varias pastillas, antes de venir me contesto. Lo pensé, razoné y le volví a dar la razón.  Llegaron hacia las once de la noche, de una calurosa noche de verano.

Disculpándose, y amablemente le dieron las gracias a mi compañera, reconociendo al muchacho su pequeña mordedura, no se encontró nada anómalo.

Pero para un mejor resultado, se tendría que observar al gato y analizarle, que desgraciadamente desapareció en una semana. Días después que apareciera, los abuelos lo llevaron, en cuestión de tres a cuatro días, llegaron los resultados.

El pequeño gatito dio negativamente las pruebas, en Madrid las tres semanas se nos hicieron eternas;

A las doces llegamos a la parcela, los abuelos estaban muy asustados, porque vieron pasar la ambulancia, muy veloz y con las luces de emergencias, ellos creyeron que al niño se lo llevaban al hospital.

En ese tiempo los móviles eran un lujo, esto se quedo con una graciosa anécdota, más en nuestras vidas, reconociendo que así, Son los extremeños.

Verde como el olivar, verde palmeral, verde esperanza, entre sus pocos recursos, reflejo de sus supervivencias, ataduras de sus recias encinas, Verde libertad, Verde el zújar que se va.  

Y blanco por dentro, jazmín Convento. Concepcionistas de sabores, aromas esparcidos en tierras ajenas, blanca flor de cilantros que perduran a los vientos.

Pardos por fuera, como la negra tierra abraza, el sol en los días de la serena, puerta de la Siberia, Negra pizarra, resbaladizo aroma, en noches de recreo en su parque.

Esos son los caputbovense, entre sus sangre, recorren milenios de sabidurías, los que se  fueron jamás renunciaron a sus raíces.

Antes la insistencia perdida memorial se apodere, de estos fieles recuerdo lo relato.

Juro que fue real, como es hoy veintisiete de marzo del dos mil trece, jueves santos,  un día muy apreciado por mí. 



Enrique Hidalgo para El País de la Piel del Toro



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